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¡Cuídese de la ira! Fernando Alexis Jiménez Todos los seres humanos podemos cambiar. No importa que nuestras reacciones se caractericen por la irascibilidad. |
La ira destruye nuestra vida. Produce secuelas imborrables, que desatan tristeza y culpabilidad en nuestro corazón, y heridas entre quienes nos rodean.
La Biblia es clara cuando advierte: “El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar”(Proverbios 14:17, Nueva Versión Internacional). Alguien dominado por un enojo irrefrenable, termina dejándose arrastrar como una frágil rama por un río correntoso, lo que a la postre causa destrucción y levanta a nuestro alrededor tremendos muros de prevención no solo entre nuestros familiares sino amigos y conocidos: “No te dejes llevar por el enojo que sólo abriga el corazón del necio.”(Eclesiastés 7.9, Nueva Versión Internacional)
Un joven que asistió a consejería se lamentaba porque tenía pocos amigos. “Me rechazan; salen huyendo. Ni siquiera tengo novia”. Un análisis cuidadoso del asunto, descubrimos que el eje central radicaba en su irascibilidad. Apenas sentía que algo le incomodaba o tal vez, cuando experimentaba la sensación de vulnerabilidad, inmediatamente reaccionaba desatando una verdadera tormenta.
Coincidimos en la necesidad de invitar al Señor Jesucristo a su corazón con el propósito de que trajese los cambios que tanto anhelaba, los que se reflejaron en la ampliación del círculo de sus amistades.
Preste atención a las señales de alarma
Todos los seres humanos podemos cambiar. No importa que nuestras reacciones se caractericen por la irascibilidad. Esa inclinación puede modificarse. Basta que usted y yo estemos atentos a las señales de alarma, cuando identificamos que algo nos produce molestia y vamos a explotar.
El rey Salomón enseñó hace muchísimos siglos que resulta altamente beneficioso aplicar el dominio propio: “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades.”(Proverbios 16:32; Mateo 5:21,22, Nueva Versión Internacional)
¡Sí es posible controlarnos! Si le parece difícil, recuerde siempre que con ayuda del Señor Jesucristo traemos modificaciones a nuestra forma de pensar y de actuar. Con Su ayuda ¡Nada resulta imposible! (Cf. Filipenses 4:13)
Cuando aplicamos esos cambios, sin duda estaremos teniendo puentes de amistad y diálogo con quienes nos rodean, y de paso, testimoniaremos de Cristo en nosotros como Él lo merece: “El que es paciente muestra gran discernimiento; el que es agresivo muestra mucha insensatez.”(Proverbios 14:29, Nueva Versión Internacional)
Nuestra vida evidencia transformaciones a partir de cosas pequeñas. El temperamento y las reacciones explosivas, pueden ser algunas de ellas. Y hoy es el día para comenzar esa evolución en su existencia. ¡Recuerde que no está solo! En el Señor Jesucristo encontrará la fuerza para alcanzar la victoria.