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Estaba Simón Pedro
y sus compañeros intentando la pesca de siempre, tirando las redes aquí y allá,
toda la noche pasaron con un duro trabajo, Pedro, Jacobo y Juan eran socios
comerciales, sus negocios e ingresos dependían de la pesca como había sido hasta
entonces. Pero entra en escena Jesús que ya era conocido porque hacía milagros y
predicaba con poder. Las multitudes lo apretaban y llegando donde estaban las
barcas, pidió a Simón Pedro poder predicar sobre su barca a la multitud.
Pedro se lo permitió y seguramente estuvo cerca del Maestro escuchando sus
mensajes, mientras Jesús hablaba Pedro escuchaba y tal vez estaría cansado por
trabajar duro toda la noche, desanimado por el fracaso. Muchos se encuentran
así, escuchando a Jesús, recibiendo palabra de Dios, pero concentrados en su
cansancio, agobiados, desesperanzados, angustiados por no tener resultados. Las
palabras de Jesús parece que no produjeron mucha fe en Pedro (por lo que vemos
después).
Aunque el Señor se esta moviendo en tu vida, se acerca a tu necesidad y se sube
en tu barca, es probable que la situación que te toca vivir no te permite ver al
Maestro a tu lado, ¡hasta puedes pensar que te abandono! el problema te esta
aplastando, te superó y no puedes levantar tu mirada al cielo, es posible que
hayas probado muchas cosas, te has esforzado, planeaste estrategias, hiciste
todo lo que pudiste y llegaste a tu fin. Usaste todas tus fuerzas, inteligencia
y astucia para poder lograr algo, pero tus fuerzas se agotaron porque son
humanas.
Llego el momento donde Jesús deja de hablar a la multitud y lo mira a los ojos a
Pedro.
“Lleva la barca hacia aguas más profundas, y echen allí las redes para pescar. –
Dijo Jesús -
5 —Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada
—le contestó Simón—. Pero como tú me lo mandas, echaré las redes.” (Lucas 5:4-5)
NVI
Al principio Pedro
no tenía fe, el mensaje del Maestro no lo había logrado levantar porque su mente
estaba atrapada en la preocupación y no pudo recibir. Su primera contestación
fue plantearle a Jesús que en verdad ya no había nada que hacer, los pescadores
experimentados lo habían intentado todo, ellos conocían bien su oficio y al mar,
por lo que fue casi como una recomendación de un experto a un principiante
ingenuo “Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado
nada” —le contestó Simón—. Primera lección: Creemos que nosotros podemos hacer
todo, que lo que ya hicimos es suficiente y ya no hay nada que hacer. Incluso si
Dios nos habla estamos desanimados, pensamos que no hay forma de cambiar,
nuestro corazón está cerrado y hablando palabras de derrota. Pero Pedro tuvo una
buena actitud al final, no insistió mucho en no probar de nuevo. Aunque sus
palabras muestran que lo hizo por respeto al Señor. “Pero como tú me lo mandas,
echaré las redes.” Fue por cortesía, por amor al Maestro, con poca fe. Pero
sabemos que la obediencia sazonada con un granito de mostaza de fe puede obrar
milagros.
Finalmente Pedro termina echando las redes donde Jesús le indico, y el resultado
fue extraordinario. Pescaron tanto que tuvieron que venir en ayuda para levantar
redes tan pesadas y llenas de peces, y dice la biblia que eran tantos los peces
que las barcas se empezaban a hundir. La sorpresa fue tal que Pedro se atemorizó
y se sintió pecador. Todos quedaron asombrados y maravillados.
No uses más tus estrategias carnales sin fe para poder lograr las cosas, hay
situaciones que Dios nos permite vivir para que aprendamos a rendirnos a Él. Hay
señales que te dicen que con tu fuerza no es posible, pero somos tan tercos, que
buscamos una y otra forma para obtener una respuesta y esto no esta basado en la
fe, sino en una confianza carnal en nosotros mismos, en nuestra astucia e
inteligencia.
“Confía en el SEÑOR de todo corazón,
y no en tu propia inteligencia”. Proverbios 3:5 NVI
No se trata de que no hagamos nada, sino de que confiemos plenamente en Dios,
esto es una revelación interna de que solo en Dios tenemos un resultado
verdadero, generalmente aprendemos esta gran lección de confianza cuando nos
frustramos una y otra vez.
Cuando el Señor obra por medio de nuestra confianza los resultados son mucho más
de lo que esperábamos, es sobrenatural, abundante, contundente, sorprendente,
nunca nosotros podríamos lograr lo que el Señor hace, Él abre puertas, toca los
corazones, hace el milagro.
Deja ese conflicto en las manos de Dios confiando plenamente en Él. En teoría y
de palabras quizá digamos: “confío en el Señor” pero en nuestro corazón no
existe tal confianza, nos parece que dejar todo en las manos de Dios es
demasiado riesgo. Esto es porque aun no tenemos una fe purificada.
Aprende a identificar las señales que Dios te da de que tus estrategias no están
funcionando y no dan ningún resultado. El Señor sabe que lo intentaremos toda la
noche, hasta quedar exhaustos, tienen que agotarse nuestras fuerzas naturales
para que podamos aprender la lección. Si Dios hubiera permitido en esta ocasión
que Pedro pescara como siempre no hubiera aprendido la gran lección que lo
acompañaría toda la vida “Separados de mi, nada podéis hacer” (Juan 15:5).
Pregúntate a ti mismo ¿Confío plenamente en Dios o solo quiero resolver el
problema yo mismo? Todo lo que hagas debe basarse en la fe en Dios. Obra por fe,
tu base sólida es Jesús, la roca eterna.
Todo lo puedes en Cristo. No seas arrogante y autosuficiente. Aprendamos a
acercarnos humildemente a Jesús a pedir ayuda y dejemos caprichosamente de usar
estrategias carnales. Seamos dependientes de su amor. Separados de Él nada
podemos hacer (Juan 15:5). Juan el bautista dijo “ninguna cosa puede recibir el
hombre si no le fuere dada del cielo” Juan 3:27. En santiago 1:17 dice: “toda
buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto”. El poderoso Rey
Nabucodonosor tuvo que reconocer que “El cielo gobierna” (Daniel 4:26). La
biblia dice: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todo será
añadido” (Mateo 6:33). También dice salmos “Si el Señor no edificaré la casa, en
vano trabajan los que la edifican” (salmo 127). Además que en Proverbios 10:22
dice: “La bendición de Jehová es la que enriquece, Y no añade tristeza con
ella”.
La verdadera bendición proviene de Dios, no trae tristeza, sino alegría.
Aprendamos a confiar plenamente en al amor y la fidelidad de Dios.