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"La sangre preciosa de Cristo"

Por Joyce Meyer

Hemos sido comprados a un precio: la sangre preciosa de Jesús. El ya ha "cerrado el trato".

Hace poco, escuché acerca de un hombre que me vio hablar por televisión sobre la sangre de Jesús, y le preguntó a su esposa qué era lo que yo quería decir cuando me refería a "la sangre". El concepto de la sangre de Cristo confunde a algunos, pero sin un entendimiento adecuado de ello, el creyente no puede apropiarse de su poder. Al igual que ese hombre, muchas personas necesitan enseñanzas y revelaciones sobre la sangre de Jesús y lo que esa sangre ha hecho para ellos.

Un estudio minucioso de la Palabra de Dios muestra que se hace mención de esa sangre a través de las Escrituras. ¿Por qué es este un tema tan importante? Porque la Biblia nos dice que la vida está en la sangre. "Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona" (Levítico 17:11).

Tal como la luz es la única cosa que puede conquistar o superar la oscuridad, la vida resulta ser también lo único que puede conquistar o superar la muerte. Cuando Dios creó a Adán, lo formó del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (ver Génesis 2:7).

Adán ya tenía sangre, pero no había ninguna vida en él hasta que Dios le sopló de su propia vida. La vida es una sustancia espiritual, pero debe tener un transportista físico. La sangre transporta la vida de Dios, ya que Él es la vida.

La sangre de Jesús es especial, porque Él no había nacido de una manera normal. Nació de una virgen, y tenía a Dios como Padre. El nacimiento virgen de Jesús es de vital importancia por motivo de su sangre. Adán, el primer hombre, fue creado sin pecado. La vida de Dios estaba en él, pero después que dejó entrar el pecado en su vida, su pecado fue pasando a través de su sangre. David reconoció esta verdad en el Salmo 51:5: "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre".

Jesús vino a redimir al hombre, a comprar su libertad y restaurarlo de su estado original. ¿Cómo le sería posible hacer eso con sangre pecaminosa? En Primera de Corintios 15:45, se refiere a Jesús como el último Adán, cuando dice: "Así también está escrito: 'Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente, el postrer Adán, espíritu vivificante'". Hay vida en la sangre de Jesús, y cuando se aplica adecuadamente, la vida en su sangre conquistará y superará la muerte que obra en nosotros a través del pecado.

Después que Dios creó a Adán a su imagen, lo colocó en el jardín y le dio autoridad sobre las cosas que Él creó. No obstante, Adán sucumbió a la tentación, y posteriormente la autoridad que recibió de Dios dio un vuelco a Satanás y preparó el escenario para la redención que la sangre de Cristo proporcionaría.

Por años, creí que Jesús murió por mis pecados y que, cuando yo muriese, iría al cielo por haber creído en Él. Pero hay más para nuestra redención que eso. Hay una vida de victoria que Dios quiere para nosotros ahora. Dios desea restaurarnos y llevarnos al lugar de autoridad que nos pertenece. Él ya ha hecho todos los arreglos. Podríamos decir que Él ya ha "cerrado el trato". El precio de adquisición ha sido pagado en su totalidad. Hemos sido comprados a un precio: la sangre preciosa de Jesús.

Como una extensión natural a este propósito primordial e incalculable, la sangre de Jesús nos provee la más grande arma del arsenal del cristiano. Satanás tiembla ante la sangre de Cristo, porque fue por causa de esa sangre precisamente que él fue derrotado. Cada invocación por la sangre que haga un creyente, le hace recordar al diablo su derrota total, al igual que su futura cita en el lago de fuego (ver Apocalipsis 20:10). La sangre derramada de Cristo absorbe el pecado, protege al creyente, restaura la autoridad y deja totalmente desarmado y derrotado al diablo. ¡Oh, la sangre de Jesús nunca pierde su poder! Es por eso que hay que entender el poder de esa sangre.

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