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Ninguna prueba es más grande que Dios Por Charles Stanley Ya sea que usted enfrente tentaciones o dificultades inesperadas, la táctica tiene que ser la misma: dirija su atención al Todopoderoso |
Judas 24, 25
Aunque la
Biblia está llena de promesas del Señor, a menudo nos cuesta trabajo aceptarlas
en nuestra situación particular. Pero Dios desea que creamos que Él quiere y
tiene el poder para hacer lo que ha dicho.
Dios ha prometido que no tenemos que rendirnos a la atracción del pecado. Él le
fija un límite a la tentación, y nos da una salida. Jesús comprobó la verdad de
esta promesa en su experiencia del desierto. El Espíritu Santo lo llevó allí,
donde fue tentado por Satanás. Nuestro Salvador resistió con éxito las
incitaciones del diablo, recordando quién era el Padre y qué había Él prometido.
Dios limitó la tentación a Cristo a tres desafíos. La salida fue por medio de la
poderosa verdad de las Escrituras.
El Señor también ha prometido protegernos de dar pasos en falso. Vivimos en un
mundo lleno de minas terrestres, que están o bien ocultas de nuestras vista, o
bien disfrazadas como algo bueno. Nosotros no las buscamos. Pero una vez que
explotan, conducen a la infidelidad. Por ejemplo, Pedro tuvo una conversación
con una joven criada, y terminó negando que conocía a Jesús (Mt. 26:69-72).
Al igual que el apóstol, a veces nosotros tenemos problemas para advertir el
peligro potencial de una situación, pero nuestro Padre celestial conoce lo que
está involucrado. Él sabe cómo debemos responder.
Ya sea que usted enfrente tentaciones o dificultades inesperadas, la táctica
tiene que ser la misma: dirija su atención al Todopoderoso, y manténgala allí
hasta que su mente sea llena del conocimiento de Él. Deje que la Biblia guíe sus
oraciones, y permanezca firme hasta que llegue la ayuda prometida.
En medio de las pruebas dolorosas
Génesis
39:6-20
El cautiverio de José duró trece años, y fue cada vez peor. Perdió su posición
privilegiada en la casa de Potifar y fue echado en una prisión cuando la mujer
de su amo mintió sobre él. Y su esperanza de ser liberado se esfumó cuando el
siervo del rey olvidó su promesa de ayudarlo (Gn. 40:14, 23).
Pero, a pesar de la evidencia de las circunstancias, Dios estaba llevando a cabo
Su plan para bendecir a José y beneficiar a su familia. José era la persona que
Él había dispuesto para salvarlos del hambre venidera. Para lograrlo, José tuvo
que aprender el idioma y la cultura de Egipto, desarrollar capacidades de
liderazgo y madurar espiritualmente. El plan de Dios hizo posible todo esto.
José aprendió dos lecciones valiosas. Primero, el Señor es un compañero fiel
cuando usa nuestros problemas para prepararnos para Su obra. Cuando llegó el
momento, José estaba completamente preparado para ser el segundo en el gobierno,
después de Faraón; aun este rey egipcio dio testimonio de que la presencia de
Dios estaba con José (Gn. 41:38). Segundo, cuando el Señor logra Sus propósitos,
cesan las dificultades. En el momento escogido por Dios, José fue sacado de la
cárcel, recompensado con un alto cargo y reconciliado con su familia. Aunque
había perdido su juventud, fue bendecido grandemente por vivir en el centro de
la voluntad del Padre celestial.
La adversidad puede ser dolorosa, pero el Señor la usa para impulsar sus
propósitos y equiparnos para llevar a cabo Su plan. ¿Qué está Él tratando de
enseñarle en medio de sus pruebas? ¿Está usted cooperando con Él? Recuerde que
hasta Jesús sufrió para llevar a cabo el plan redentor de Dios (Mt. 16:21).
Dios puede hacerlo
Efesios
3:20, 21
Jesús sabía por experiencia personal lo que significaba vivir con recursos
económicos limitados, recibir críticas de la familia (Mr.3:21) y ser rechazado
por aquellos a quienes buscaba servir (Jn. 6:66). Pero nunca permitió que esas
circunstancias controlaran Sus emociones o determinaran Sus acciones. Más bien,
decidió esperar confiadamente que el Padre celestial era capaz de cumplir Su
Palabra.
Hemos sido llamados a seguir el ejemplo de Cristo, y a creer que Dios es capaz
de hacer lo que ha prometido. Por ejemplo, la Biblia promete salvación eterna a
todo los que piden ser perdonados en el nombre de Jesús (He. 7:25). El Hijo
satisfizo la justicia del Padre al morir en la cruz por todos nuestros pecados,
desde las “mentiras piadosas”, hasta los actos más viles. Si tenemos una fe
verdadera en Jesús, Dios nos perdonará y nos hará una nueva creación en Cristo
(2 Co. 5:17). No importa qué problema hayamos causado, Él nos invita a
acercarnos con fe y a recibir el regalo de la vida eterna.
Una vez que somos salvos, Dios dice que nos confirmará en Su verdad (Ro. 16:25);
después de darnos un firme fundamento en Cristo, Él nos edificará en justicia.
Por medio del ministerio de Su Espíritu y de la Palabra, comenzaremos a ver las cosas como las ve el Padre celestial, y sabremos qué le agrada a Él.
Al creer que Dios cumplirá Sus promesas, nos fortaleceremos en la fe y nuestra paz será mayor. Los problemas que antes nos hacían perder el rumbo, carecerán del poder de perturbarnos. La esperanza sustituirá al desánimo, y la confianza vencerá las dudas. Cada que vez que le vengan problemas, concentre su atención en su amoroso Padre celestial y en Su capacidad para cuidar de usted. (Mensaje del pastor Charles Stanley)